En los siglos VI y V a.c. los rebordes montañosos del alto Duero se llenan de pobladores que habitan en poblados fortificados, llamados Castros.
 
El castro de San Felices presenta restos de una muralla con la entrada al sudeste. Las murallas estaban construídas a partir de dos paramentos exteriores realizados con piedras de mediano tamaño, trabadas en seco, rellenándose el hueco entre ambas con materiales más menudos.

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